RELACIÓN DEL TEMA DEL TEXTO ELEGIDO CON OTRA POSICIÓN FILOSÓFICA.
Ya en el contexto histórico-cultural se habrán señalado las circunstancias políticas que provocaron el pensamiento filosófico de Platón. Y en el contexto filosófico se habrán señalado los factores intelectuales que influyeron en su pensamiento. Y también que el pensamiento de los sofistas fue sin duda el gran reto que se obligó a responder en muchas de sus obras. De hecho Platón va construyendo su propia filosofía frentes a ellos, al criticarlos.
Por ello sugiero que la relación del tema del texto con otra posición se haga con algunas de las posturas de los sofistas, en concreto el relativismo (Protágoras), la convencionalidad de las normas y la concepción irracionalista del ser humano.
El nombre de Protágoras ligado a una frase: “El hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, que son y de las que no son, que no son”.
Contiene esta frase una ontología y una epistemología radicalmente combatida por Platón, el reverso de la filosofía platónica.
Este hombre medida es el individuo o un grupo particular de individuos. Las cosas son como parecen a cada individuo o a cada ciudad. No hay realidad “en sí”, independiente del sujeto. La realidad es siempre para un sujeto, tal como aparece al sujeto. La realidad es relativa. Amargo y dulce, bueno y malo, justo e injusto son relativos al sujeto, lo que a cada cual parece.
Platón interpreta que esta ontología de Protágoras describe el mundo sensible, donde todo es cambio (todo fluye, nadie se baña dos veces en el mismo rio, sujeto y objeto cambian sin cesar) y el mundo se manifiesta perceptivamente de distintas formas a los sujetos.
Por su parte Platón afirma que hay realidades en sí, independientes del sujeto, que son esencias, propiedades inmutables. Esto es lo que denominó Ideas. Y las situó en un ámbito distinto al mundo material móvil, pero fundamentado al mundo sensible. Esta realidad en sí se capta por vía puramente intelectual, racional, con independencia de los sentidos.
De la teoría de Protágoras, si no hay nada en si, y sólo hay para mí o para ti o para nosotros, se deriva que nada es falso, o que todo es verdadero, pero con una verdad relativa. Nadie se equivoca ni sabe más que otro. Platón considera que Protagóras se mueve en el ámbito de la opinión. En el planteamiento de Protágoras no cabe el saber, el conocer en sentido pleno, puesto que si el objeto de conocimiento no deja de cambiar, no tiene consistencia y estabilidad, y si el sujeto que conoce no para de cambiar, no cabe lograr resultados estables sobre el objeto. Para que haya saber se precisa un objeto estable, en sí, la Idea, la esencia y un sujeto estable, la razón. común en todos los hombres.
Todo esto es inadmisible para Platón que defiende que sí hay verdad y que sí hay falsedad, y que la verdad es la adecuación del intelecto a la Idea, a la esencias inmutables. Y está el que sabe, que es infalible, y el que meramente opina, que es falible.
Protágoras privatiza la verdad, la multiplica, cada cual tiene su verdad porque cada cual tiene su realidad. Platón hace única y común para todos la verdad, en tanto la realidad es la misma para todos y todos comparten el mismo órgano para conocer, la razón.
A Platón le preocupan fundamentalmente las consecuencias éticas y políticas de esta teoría. Si todo es relativo, el bien es relativo y la justicia es relativa y nadie es malo ni bueno ni justo ni injusto en términos absolutos. Y todo lo que salga aprobado en la Asamblea es justo. Y lo moral es una pura convención y todo está permitido y todo cambia puesto que no se asienta en un ser estable, en sí. Esta posición no hace sino liberar fuerzas irracionales. La convencionalidad del bien y de la justicia no era admisible para Platón.
Protágoras, amigo personal de Pericles, fue un defensor de la democracia. Su ontología y epistemología fundamentan la democracia. En ella todos los ciudadanos está llamados a opinar y decidir. Todos están legitimados para gobernar.
Por el contrario, Platón consideró la democracia el segundo peor régimen político, tras la tiranía. Las opiniones, débiles, inestables son como hojas que arrastra el viento de los discursos habilidosos que no tienen por qué buscar el bien en sí de aquellos a quienes va dirigido.
Asimilando los saberes técnicos a la política llegó a conclusiones antidemocráticas. Justicia y Bien en sí deben ser objeto de conocimiento intelectual para garantizar el verdadero bien de los ciudadanos. El gobierno debe ser reservado para el que sabe.
El convencionalismo moral y político era inadmisible para Platón, sobre todo si iba unido a una antropología que entiende la naturaleza humana de forma irracionalista, exaltando el aspecto apetitivo y fogoso del hombre. Es el caso del sofista Trasímaco, tal como nos lo presenta Platón en el libro I de La República. Plantea que la justicia no interesa a todos (no es un bien) porque siempre es la expresión de un grupo que detenta el poder y que por tanto ligarse con obediencia a las normas y leyes es perjudicarse. Y que es más provechoso (bueno) ser injusto que justo (es un mal). Y que no se obra justamente sino por temor al castigo. La justicia aparece como algo puramente convencional que sólo beneficia a los fuertes que la impusieron, pero ajeno a los intereses de la naturaleza humana en general. El que gobierna lo hace en su puro beneficio, sin pensar en el bien de los gobernados. Esta idea de Trasimaco será ahondada por Adimanto y Glaucón con la historia de Giges, que pretende mostrar que un hombre invisible siempre obraría injustamente, contravendría la justicia. Que sólo se obra justamente por temor. En definitiva, por naturaleza el humano es un ser egoísta y dominante que sólo persigue su interés y placer y sólo obra conforme a la justicia, que es algo externo, convencional, por temor.
Platón tendrá que probar que existe una justicia no convencional, que responde a la naturaleza humana, que es un bien, no externa y contraria a sus intereses. La antropología platónica apuntará a la razón como lo propio del ser humano y en el dominio de la razón sobre el apetito y la fogosidad encontrará la clave de la justicia tanto en el ámbito privado (ética) como público (política). Y en esta justicia fundada en lo que verdaderamente es el hombre encontrará éste la clave de la felicidad, sea visto o no por los demás. El gobernante, racional y justo, conocedor de lo justo y bueno en sí, gobernará en beneficio de los gobernados.
Contiene esta frase una ontología y una epistemología radicalmente combatida por Platón, el reverso de la filosofía platónica.
Este hombre medida es el individuo o un grupo particular de individuos. Las cosas son como parecen a cada individuo o a cada ciudad. No hay realidad “en sí”, independiente del sujeto. La realidad es siempre para un sujeto, tal como aparece al sujeto. La realidad es relativa. Amargo y dulce, bueno y malo, justo e injusto son relativos al sujeto, lo que a cada cual parece.
Platón interpreta que esta ontología de Protágoras describe el mundo sensible, donde todo es cambio (todo fluye, nadie se baña dos veces en el mismo rio, sujeto y objeto cambian sin cesar) y el mundo se manifiesta perceptivamente de distintas formas a los sujetos.
Por su parte Platón afirma que hay realidades en sí, independientes del sujeto, que son esencias, propiedades inmutables. Esto es lo que denominó Ideas. Y las situó en un ámbito distinto al mundo material móvil, pero fundamentado al mundo sensible. Esta realidad en sí se capta por vía puramente intelectual, racional, con independencia de los sentidos.
De la teoría de Protágoras, si no hay nada en si, y sólo hay para mí o para ti o para nosotros, se deriva que nada es falso, o que todo es verdadero, pero con una verdad relativa. Nadie se equivoca ni sabe más que otro. Platón considera que Protagóras se mueve en el ámbito de la opinión. En el planteamiento de Protágoras no cabe el saber, el conocer en sentido pleno, puesto que si el objeto de conocimiento no deja de cambiar, no tiene consistencia y estabilidad, y si el sujeto que conoce no para de cambiar, no cabe lograr resultados estables sobre el objeto. Para que haya saber se precisa un objeto estable, en sí, la Idea, la esencia y un sujeto estable, la razón. común en todos los hombres.
Todo esto es inadmisible para Platón que defiende que sí hay verdad y que sí hay falsedad, y que la verdad es la adecuación del intelecto a la Idea, a la esencias inmutables. Y está el que sabe, que es infalible, y el que meramente opina, que es falible.
Protágoras privatiza la verdad, la multiplica, cada cual tiene su verdad porque cada cual tiene su realidad. Platón hace única y común para todos la verdad, en tanto la realidad es la misma para todos y todos comparten el mismo órgano para conocer, la razón.
A Platón le preocupan fundamentalmente las consecuencias éticas y políticas de esta teoría. Si todo es relativo, el bien es relativo y la justicia es relativa y nadie es malo ni bueno ni justo ni injusto en términos absolutos. Y todo lo que salga aprobado en la Asamblea es justo. Y lo moral es una pura convención y todo está permitido y todo cambia puesto que no se asienta en un ser estable, en sí. Esta posición no hace sino liberar fuerzas irracionales. La convencionalidad del bien y de la justicia no era admisible para Platón.
Protágoras, amigo personal de Pericles, fue un defensor de la democracia. Su ontología y epistemología fundamentan la democracia. En ella todos los ciudadanos está llamados a opinar y decidir. Todos están legitimados para gobernar.
Por el contrario, Platón consideró la democracia el segundo peor régimen político, tras la tiranía. Las opiniones, débiles, inestables son como hojas que arrastra el viento de los discursos habilidosos que no tienen por qué buscar el bien en sí de aquellos a quienes va dirigido.
Asimilando los saberes técnicos a la política llegó a conclusiones antidemocráticas. Justicia y Bien en sí deben ser objeto de conocimiento intelectual para garantizar el verdadero bien de los ciudadanos. El gobierno debe ser reservado para el que sabe.
El convencionalismo moral y político era inadmisible para Platón, sobre todo si iba unido a una antropología que entiende la naturaleza humana de forma irracionalista, exaltando el aspecto apetitivo y fogoso del hombre. Es el caso del sofista Trasímaco, tal como nos lo presenta Platón en el libro I de La República. Plantea que la justicia no interesa a todos (no es un bien) porque siempre es la expresión de un grupo que detenta el poder y que por tanto ligarse con obediencia a las normas y leyes es perjudicarse. Y que es más provechoso (bueno) ser injusto que justo (es un mal). Y que no se obra justamente sino por temor al castigo. La justicia aparece como algo puramente convencional que sólo beneficia a los fuertes que la impusieron, pero ajeno a los intereses de la naturaleza humana en general. El que gobierna lo hace en su puro beneficio, sin pensar en el bien de los gobernados. Esta idea de Trasimaco será ahondada por Adimanto y Glaucón con la historia de Giges, que pretende mostrar que un hombre invisible siempre obraría injustamente, contravendría la justicia. Que sólo se obra justamente por temor. En definitiva, por naturaleza el humano es un ser egoísta y dominante que sólo persigue su interés y placer y sólo obra conforme a la justicia, que es algo externo, convencional, por temor.
Platón tendrá que probar que existe una justicia no convencional, que responde a la naturaleza humana, que es un bien, no externa y contraria a sus intereses. La antropología platónica apuntará a la razón como lo propio del ser humano y en el dominio de la razón sobre el apetito y la fogosidad encontrará la clave de la justicia tanto en el ámbito privado (ética) como público (política). Y en esta justicia fundada en lo que verdaderamente es el hombre encontrará éste la clave de la felicidad, sea visto o no por los demás. El gobernante, racional y justo, conocedor de lo justo y bueno en sí, gobernará en beneficio de los gobernados.
¿no crees que te has pasado un poco?... quiero decir, ¿nos dara tiempo a poner tanta tralla?
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